miércoles, 13 de febrero de 2013

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Oda a la memoria de Rafael Guillén y Cristóbal Bohórquez, Mártires de la Idea Federal Socialista que compuso la internacionalista y fourierista gaditana Margarita Pérez de Celis y Torhbanh, presidenta del club femenino Mariana Pineda, de Cádiz. Esta mujer destacó por su apoyo a algunas polémicas decisiones del alcaldeSalvochea, como cuando este ordenó desalojar a las monjas del convento de la Candelaria de la localidad para derribar el edificio y poder ampliar laplaza de la Candelaria.
El poema, leído en el Circulo de Guillén Martínez y publicado en La Ilustración Republicana Federal del 15 de octubre de 1871 es este:
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Matar a un enemigo es ley de guerra,
y enemigos juzgar a sus hermanos:
;bárbara ley que dieron los tiranos!
;Odiosa ley que el universo aterra!
Al resonar el golpe tremebundo
con que el hombre a su vez destruye al hombre,
de guerra nada más escucha el nombre,
y horrísono fragor, que asombra al mundo.
¡Guerra, crimen, baldón, baldón eterno
que el ser humana a su pesar degrada,
tú fuiste por los hombres provocada
para trocar la tierra en el averno!
¡Oh, Rafael, querido hermano mío!
tú que odiaste la guerra con el alma,
¿quién a tu pecho arrebató la calma,
y te arrastró en su loco desvarío?
Más por amor al hombre que a la gloria,
sintiendo de ambición el pecho exhausto,
ofreciste tu vida en holocausto,
y una página triste a nuestra historia.
Y tú, Cristóbal, cuya noble frente
era el espejo fiel de un alma pura,
¿quién abrió a tu candor la sepultura,
y osó apagar tu corazón ardiente?
Por sostener un trono solitario,
un trono roto, una corona hollada,
te ofrecieron, cual víctima inmolada,
a su orgullo feroz y sanguinario.
¡Guillén, Cristóbal, vuestra horrible suerte
clama justicia sin cesar al cielo!
¡Oh! ¡Quién pudiera descorrer el velo
que oculta misteriosa vuestra muerte!
Guillén, Cristóbal, desde el solio augusto
do veis la luz que de lo excelso emana,
aceptad una flor de vuestra hermana,
humilde ofrenda que se debe al justo.
Permitid que mi ardiente fantasía
en vosotros vislumbre una esperanza,
mirando fulgurar en lontananza
para nosotros el supremo día.
E inspirad a la mente que delira,
¿quiénes, con pecho diamantino y duro,
de aquel amor universal más puro,
osaron extinguir la santa pira?
No hubieran menester vanos alardes,
de esfuerzos, de valor insuficiente,
pues para exterminar a unos valientes
lo basta a la traición unos cobardes.
¡Guillén, Cristóbal, vuestros pechos fieles
fueron heroicos cual vosotros mismos;
quien no sepa imitar vuestro heroísmo,
que aprenda a respetar vuestros laureles!
La ofrenda sacrosanta que reciban
de nuestro amor esos despojos yertos;
Guillén, Cristóbal, para el mundo muertos,
que en nuestros pechos inmortales vivan.

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