lunes, 24 de noviembre de 2014

La noche de San Daniel.

Crisis final del reinado de Isabel II

Se denomina Noche de San Daniel o Noche del Mataderonota 1 a la del 10 de abril de 1865 en la que la Guardia Civil, unidades de Infantería y de Caballería del Ejército español reprimieron de forma sangrienta a los estudiantes de la Universidad Central de Madrid que realizaban una serenata en la Puerta del Sol de apoyo al rector de la misma, Juan Manuel Montalbán que había sido depuesto tres días antes por orden del gobierno del Partido Moderado presidido por su líder el general Narváez por no haber destituido al catedrático Emilio Castelar por haber publicado en el diario La Democracia los días 21 y 22 de febrero de 1865 dos artículos muy críticos con la reina Isabel II.
El 27 de octubre de 1864, el Gobierno de Narváez había emitido una circular en la que se establecía expresamente la prohibición de que en las universidades o fuera de ellas los Catedráticos emitieran opiniones por cualquier medio contrarias al Concordato de 1851 o defendieran, entre otras, las posiciones del krausismo.
Francisco Giner de los Ríos.

El destacado dirigente del Partido Demócrata y catedrático de Historia de la Universidad de Madrid Emilio Castelar publicó el 29 de octubre un artículo titulado "Declaración" en el diario La Democracia, del que también era el director, en el que criticaba la circular del Ministerio de Fomento del 27 de octubre –en la que entre otras cosas se recordaba lo que decía la Ley Moyano de 1857 sobre que la enseñanza debía ajustarse a la ortodoxia católica– argumentando que era un ataque a la libertad de investigación y de docencia de los científicos españoles, es decir, era contrario a la libertad de cátedra.


En marzo de 1865 circulaban por la Universidad madrileña en forma de librillos clandestinos varias obras de contenido krausista (El krausismo español no fue una escuela estrictamente filosófica, sino un complejo movimiento intelectual, religioso y político que agrupó a la izquierda burguesa liberal y propugnó la racionalización de la cultura española. Sus partidarios cultivaron con especialidad los temas de ética, derecho, sociología y pedagogía, y promovieron un vasto movimiento de educación popular que cuajó en la Institución Libre de Enseñanza . Más que una filosofía fue el krausismo español un estilo de vida que sustituyó los supuestos tradicionales de la religiosidad española por una moral austera, el cultivo de la ciencia y una religión semisecularizada.) que habían sido incluidas en el Índice de libros prohibidos el año anterior. Esta situación dio lugar a las protestas en el seno universitario de los denominados neocatólicos, esto es, los miembros destacados del Partido Moderado más intransigentes a las doctrinas liberales.
Censura y represión
El artículo (Aquí se habla de él) fue censurado, pero sin embargo fue repartido por Madrid en forma de pasquines y octavillas. A pesar de todo el 3 de marzo se presentó el proyecto de ley en el Congreso de los Diputados. Las críticas se acentuaron y, en aplicación de la circular gubernamental de 1864, el Ministro de Fomento,nota 4 Antonio Alcalá Galiano exigió al rector de la Universidad Central, Juan Manuel Montalbán, el cese inmediato de Emilio Castelar, contra quien el 8 de marzo se dictaba auto de prisión. A la negativa del rector, el ministro publicó en la La Gaceta de Madrid el cese del rector el día 7 de abril, al tiempo que Castelar era desposeído de su Cátedra de Historia.

La reacción del gobierno Narváez fue, pues, de gran virulencia, pues no sólo separó de su cátedra de Historia de la Universidad de Madrid a Emilio Castelar y destituyó al rector de la Universidad, Juan Manuel Montalbán, por negarse a instruir el expediente contra su compañero, sino que el ministro de la Gobernación Luis González Bravo declaró el estado de guerra en previsión de incidentes.

Con el cese de Montalbán, el mismo día se nombró al neocatólico Diego Miguel y Bahamonde como nuevo rector. Las medidas provocaron una reacción inmediata de solidaridad con Castelar y Montalbán por parte del profesorado y de los alumnos, dimitiendo de sus puestos, entre otros, los catedráticos Nicolás Salmerón y Miguel Morayta. Con anterioridad, el 4 de abril a través del diario La Iberia se había sabido que se iban a tomar medidas represivas y se anunciaba para el día del cese una "serenata" de apoyo de los alumnos al destituido Montalbán.

El ministro de la Gobernación, Luis González Bravo, lejos de contemporizar y ante la posibilidad de que se celebrase la anunciada serenata, además de la proclamación del estado de guerra dictó un decreto que permitía al Gobierno la suspensión de los derechos constitucionales, la deportación interna de personas no afines y la censura de prensa. No obstante, el mismo día 7 se había autorizado la serenata por el gobernador civil de Madrid, pero inmediatamente fue prohibida por González Bravo. Por orden de éste, la Guardia Civil disolvió a los asistentes y cerró el centro de Madrid los dos días siguientes.
La Noche de San Daniel

José María Diego de León, conde de Belascoain. Ocupaba el cargo de alcalde de Madrid durante los sucesos.
El 10 de abril, lunes, el nuevo Rector tomaba posesión de su cargo y juraba fidelidad a la reina. Esto provocó protestas entre los estudiantes y movilizó al Partido Progresista en los barrios del exterior de la capital. Por la tarde, estudiantes, obreros y representantes del Partido Demócrata y del Progresista acudieron a la Puerta del Sol desde distintos puntos con la intención de ofrecer una nueva serenata. Al llegar cerca de Sol, el Ministro González Bravo ordenó a la Guardia Civil cargar contra los manifestantes. En la zona se encontraba también una unidad de Infantería y otra de Caballería que habían sido movilizadas en la mañana para la ocasión. En total unos mil hombres armados.

Cuando los guardias civiles a pie y a caballo llegaron a la Puerta del Sol, según relató un testigo, «sin que mediase intimación ni advertencia de ningún género, principiaron con un coraje ciego a hacer uso de las armas y a cazar a la multitud descuidada».4 Se produjeron diversas cargas, con disparos y bayoneta calada. Los manifestantes se dispersaron por las calles adyacentes y trataron de colocar barricadas sin conseguirlo ante la actuación de la Caballería. Durante las sucesivas oleadas murieron catorce personas y ciento noventa y tres fueron heridas de diversa consideración.

La mayoría de los muertos y heridos fueron transeúntes que no participaban en la algarada estudiantil, incluyendo ancianos, mujeres y niños. En cambio la guardia civil sólo tuvo un herido, un centinela a caballo que recibió una pedrada -por lo que el ministro de la Gobernación Luis González Bravo faltó a la verdad cuando aseguró ante las Cortes que se había «derramado la sangre de nuestros soldados»-. Los trágicos sucesos se debieron, según Josep Fontana, "a un ataque de furor de Narváez y González Bravo, que se consideraban desafiados por los manifestantes e incitaron al brutal ataque"

Consecuencias.
Esa misma noche en el Senado González Bravo expuso las medidas tomadas contra los manifestantes y se expulsó a la prensa de la sesión, cursándose la orden inmediata de censurar lo que al día siguiente habrían de publicar los periódicos. Varios de ellos salieron en esas jornadas con las portadas en blanco. El día 11 de abril, Narváez había convocado Consejo de Ministros extraordinario en el que Alcalá Galiano y González Bravo se enfrentaron por la dureza de la represión, sufriendo aquél una angina de pecho y muriendo poco después. Al mismo tiempo, varios diarios como Las Novedades, La Iberia, La Democracia, El Pueblo, La Soberanía Nacional y La Nación publicaron un editorial conjunto en el que llamaban a la calma de los liberales y progresistas para no entrar al trapo de la provocación gubernamental. Igual ocurriría los días 12, 14 y 19.

La reacciones políticas se produjeron en los días posteriores en el Senado, pero muy atenuadas debido al temor de ser perseguidos que en ese momento tenían todos aquellos que se opusieran al gobierno Narváez. Salustiano Olózaga, Cánovas del Castillo y Antonio de los Ríos Rosas fueron los más críticos con González Bravo, llegando a retarse en un duelo que terminó sin consecuencias Ríos Rosas y Bravo.

Las consecuencias políticas de la "Noche de San Daniel" acabaron con el gobierno Narváez. Diputados de la Unión Liberal, como Cánovas del Castillo, Posada Herrera y Ríos Rosas también dirigieron sus críticas hacia González Bravo -Ríos Rosas conmocionó al Congreso de Diputados cuando afirmó: «esa sangre pesa sobre vuestras cabezas»-.6 Esta situación convenció a la reina de que debía destituir a Narváez, aunque aún esperó dos meses hasta que el 21 de junio de 1865 volvió a llamar a O'Donnell.7 Isabel II no hizo caso a su madre María Cristina, que le aconsejó que llamara a los progresistas para que se integraran en la Monarquía y dejaran de conspirar contra ella, y ello a pesar de que O'Donnell le expresó a la reina su deseo de retirarse de la política y marchar al extranjero.8

Personas tan dispares ideológicamente como Salmerón, Castelar, Cánovas u Olózaga, mostraban sin pudor la repulsa por la política gubernamental y, de una u otra manera, anunciaban el fin del reinado de Isabel II, contra quien los estudiantes y el pueblo de Madrid mostraban ya su ira.



(...)"He realizado una búsqueda de hemeroteca y he seleccionado algunos fragmentos de artículos periodísticos escritos durante esos días en el Diario La Iberia, en los que se narra lo que durante esos trágicos días sucedió en Madrid. 

Manifestación estudiantil de 1865 en Madrid. Noche de San Daniel - La Noche del Matadero. La Iberia. Diario Liberal
La Iberia. Diario Liberal. Domingo 9 de abril de 1865

Nuestros lectores saben, y todo Madrid sabía ayer que los estudiantes de la Universidad de esta córte tenian dispuesto obsequiar anoche con una serenata al señor don Juan Manuel Montalban, separado de su cargo de rector, por el tino, el acierto y dignidad con que ha llenado las delicadas funciones de su puesto. Habían solicitado de antemano al competente permiso de la autoridad civil, quien lo otorgára sin el menor reparo, según consta en el siguiente oficio: 

"Se autoriza al señor marqués de Florida, para que con otros compañeros suyos, alumnos de la Universidad central, dén una serenata en la noche del dia 8 del corriente en la calle de Santa Clara. Quedan los concesionaros obligados á conservar el órden durante el acto de la música. 
Madrid, 7 de abril de 1865. 
Por órden, 
M. GARCIA SANCHEZ"
(Hay una rúbrica) 

Pues bien: algun tiempo antes de la hora convenida, y anunciada por todos los periódicos, la autoridad ocupó con grande aparato de fuerza las avenidas de la calle de Santa Clara, donde tiene su domicilio el señor Montalban, y al llegar los estudiantes y la multitud que en las grandes poblaciones acude naturalmente á presenciar estas solemnidades, se vió detenida en las esquinas y rechazada por las fuerzas que fueron creciendo en proporción que iba aumentando el número de los concurrentes.
Como no era difícil de prever, los estudiantes y el público demostraron su disgusto de la espresiva manera que suele verificarse en las grandes reuniones, y esto dio lugar á cargas de caballería, á disparos de fusil y á ataques á la bayoneta contra una multitud indefensa y pacífica, que acudió á aquel sitio porque el gobierno civil había permitido la reunion.
Escusado es decir que inmediatamente desplegó el Gobierno el más formidable aparato militar; que hubo corridas, sustos y desgracias, y que el único responsable de ellas es el que concediendo autorización para la serenata, dio lugar a la aglomeración de gentes que se vieron chasqueadas, pues que en vez de la serenata se encontraron con fuerza armada que las rechazaba.
Esta es la historia verídica e imparcial de los hechos, y aunque mil reflexiones se agolpan á nuestra imaginacion, creemos prudente por hoy reducirnos al papel de cronistas. Nos contentaremos solo con decir que el Gobierno ha provocado los sucesos.
Ya puede Narváez escribir una batalla más en su hoja de servicios, puesto que en la Puerta del Sol dirijia de gran uniforme la batalla contra estudiantes indefensos que tuvieron tranquilidad de sufrir las cargas á la bayoneta sin inmutarse y sin retroceder, en las cuales hubieran seguramente sucumbido, si los oficiales y los soldados hubieran cumplido al pié de la letra las órdenes que les daban, y no se hubieran detenido ante jóvenes, la mayor parte imberbes y todos indefensos.
¡Y estos Gobiernos se llaman Gobiernos de órden!
¡Ah! ¡Lo que anoche presenciamos nos haría reir por lo ridículo, si no nos indignára por los torpe y peligroso! 
Más documentos en el enlace: La Noche de San Daniel

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