Clasificación: La Tumba de Nebamun es uno de los mejores ejemplos de pintura egipcia pertenecientes a la XVIII dinastía y datan en torno a 1400- 1350 a.C. ; se halla en el complejo de Deir el-Medina donde se encontraban un buen número de tumbas pertenecientes a medios y altos funcionarios. En la tumba se encuentra no sólo el enterramiento de Nebamun, también la de su esposa y una capilla funeraria exterior. Lamentablemente en la actualidad la tumba se ha perdido y no se conoce el lugar exacto de su ubicación, sin embargo las magníficas pinturas al fresco que adornaban el conjunto se encuentran en el British Museum de Londres.
Deir el-Medina se encuentra en las desiertas colinas del lado Oeste del Nilo, cerca del Valle de los Reyes y a cuatro km de distancia del Templo de Amón en Tebas. En ese lugar había un nutrido complejo de tumbas pertenecientes a dignatarios y altos funcionarios de la corte faraónica. Entre todas ellas destacaba la tumba de Nebamun por la exquisitez y suntuosidad con que fueron pintados todos sus muros. La tumba hoy está desaparecida pero los frescos fueron adquiridos por los ingleses en la década de 1820 y hoy se conservan fragmentados en la sala 61 del British Museum.
Datada hacia el 1350 a. C., la tumba no sólo cumplía la función de enterramiento de Nebamun y su esposa, sino que servía también como capilla funeraria, que permanecía abierta para que familiares y amigos pudieran entrar a celebrar las fiestas y ceremonias conmemorativas establecidas en su honor. Nebamun era un contable del Templo de Amón en Tebas, que alcanzó cierta notoriedad en vida, lo que le permitió procurarse un sepulcro suficientemente digno para disfrutar de su vida en el Más Allá. Los maravillosos frescos de su tumba muestran una visión idealizada del paraíso egipcio, y de cómo Nebamun quería que se le recordase, rico, sano y poderoso.
La cámara principal estaba presidida por una pequeña estatua sedente del difunto y de su esposa, colocada en una hornacina de la pared del fondo. Las pinturas que había en esta cámara representan por un lado a Nebamun cazando sobre una barca en el Nilo, y por otro un jardín paradisíaco. La escena de caza es extraordinariamente rica en matices compositivos y colorísticos. La abigarrada multitud de aves que alza el vuelo entre las flores de loto supone una metáfora de la abundancia con que el protagonista fue favorecido en vida. Pero esta caza no está relacionada con la provisión de alimentos para la supervivencia; por el contrario, es de carácter deportivo y está cargada de connotaciones más sutiles. Al fin y al cabo, la cinegética es una lucha simbólica del hombre por dominar los elementos salvajes de la naturaleza y demostrar su supremacía. Entre la realeza y las clases nobles de Egipto y Mesopotamia se convirtió en una especie de simulación a través de la cual se hacía ostentación del poder que permitía someter a los enemigos. Y Nebamun, como miembro del estamento privilegiado de su época, debía parecer buen cazador, o lo que es lo mismo, un estratega inteligente y un ejecutor implacable al que no le temblaba el pulso en caso de confrontación.
En cuanto al jardín paradisíaco es igual que los jardines de los palacios nobles de la Dinastía XVIII, correspondiente a la época histórica en la que vivió Nebamun. En el centro hay un estanque plagado de peces y pájaros (de nuevo símbolo de abundancia), y alrededor del mismo una gran cantidad de flores, arbustos e hileras de árboles frutales, como palmeras y sicomoros. En la esquina superior derecha, la diosa Nut ofrece higos de sicomoro y jarras de vino o cerveza a Nebamun, cuya figura falta en ese fragmento por haber sido destruida. A la izquierda, unos jeroglíficos le nombran como dueño del jardín.
Las escenas que decoraban los muros de la antecámara trataban temas más prosaicos. Subsisten fragmentos con grupos de animales ordenados para el recuento y otras actividades administrativas relacionadas con la profesión de Nebamun. Aunque las partes más bellas son las que representan diversos momentos de un fastuoso banquete en honor del difunto, y que ocupaban una pared entera de la antecámara. Allí se ven a familiares y amigos de Nebamun, servidos por criadas desnudas y camareros. Los matrimonios se sientan en parejas en el friso superior, y las muchachas solteras se giran para hablar unas con otras en el friso inferior. Todos están ricamente vestidos y son agasajados por músicos y danzantes durante la comida.
De entre todas las figuras merece destacar a las bailarinas desnudas y las instrumentistas. Las bailarinas constituyen un tema erótico incluido para disfrute de Nebamun en el más allá. Las instrumentistas se sientan en el suelo, dan palmas y tocan una flauta doble para amenizar el banquete. Este grupo forma una de las pinturas más conocidas de la Historia del Arte universal. Sobresalen sin duda las dos muchachas sentadas en el centro por estar representadas de frente, y no de perfil, como era lo habitual en la pintura egipcia. La canción que cantan en honor de Nebamun está escrita en jeroglífico encima de las figuras, y dice así:
«La diosa Tierra ha creado su belleza
Para que crezca en cada uno de nosotros.
Los canales están llenos de agua otra vez
Y la tierra está inundada de su amor por él.»
La decoración de la tumba de Nebamun es un claro ejemplo de la importancia que los antiguos egipcios concedían al tema de la muerte y a la vida de ultratumba, de acuerdo con sus creencias religiosas. Ambos eran motivo de preocupación durante toda la vida terrena, hasta el punto de considerar esta última como un simple tránsito hacia la eternidad. Entre las clases privilegiadas, esto se traducía en la meditada voluntad de construir y preparar adecuadamente un sepulcro que resultase espléndido para disfrutar adecuadamente del Más Allá. Como consecuencia de ello, el arte fue utilizado como una poderosa herramienta de representación de tales deseos. Por medio de pinturas y jeroglíficos bellamente trabajados, se describían las mejores virtudes del difunto y se rendía culto a los dioses, justificando el derecho a la eternidad y procurando el favor necesario para ingresar en el paraíso. Eso pretendió Nebamun al sufragar la rica ornamentación de su sepulcro.
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